domingo, 25 de diciembre de 2011

Estados de ánimo incontenibles: "crímenes perfectos"

Bueno, hoy es 25 de diciembre. Sin funes. Con alcohol, cenas de familias incompletas, aburridas, extrañas. Los amigos se dividen en lugares fríos y en pequeños círculos fríos, emblandecidos por lo paradigmáticamente etílico de las fiestas obligadas que nadie atina a entender desde que perdimos ese valioso don de la ingenuidad infantil.

A todo esto yo regreso a casa a las seis de la mañana y después de pelearme un rato con todos mis discos, encuentro la respuesta en lo inverosímil del viejo cantante de historias argentino, el viejo bohemio pasado de rosca al que uno a veces piensa que no debiera dedicar más tiempo en favor de las nuevas ideas y los nuevos desarrollos. En favor de algún tipo de evolución frívola personal que me permita mover el esqueleto y no tener que pensar demasiado en lo hermosas que son esas palabras y esos sentimientos de empatía del perdedor orgulloso de su condición.

Pero es inútil. Cuando la colección de cotas de maya y armaduras rígidas que almacenamos y con la que cargamos nuestros hombros... se desploman una a una con la ayuda del cocktail bucólico de la borrachera drogata-sessión de la gran fiesta de la tristeza de la navidad... afloran solo ciertas canciones clave, ciertos artistas claves... malditos estereotipos, clichés andantes y ultra populares que desnivelan nuestra sed de snobismo y nos convierten en simples y vulgares personitas insignificantes que se emocinan siempre con las mismas cosas.

En momentos como ese puden sonar unas cuantas canciones. Y una de ellas, desde luego, es esta. Andrés Calamaro nos la regaló en su disco de 1997 "Alta suciedad".

Felices lo que sea.

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